Estuve toda la mañana arreglando la casa. La vajilla quedó impecable, los cubiertos ordenados, lo mismo que las copas y todo lo demás, en sus estantes apropiados. Porque cada cosa tiene su estante. Estante de vajilla: platos grandes primero, luego los pequeños; taza entre taza. Estante de copas y cubiertos, de grandes a pequeños y los secretos y los sueños, en medio. Estante de música: bandas sonoras primero, baladas viejitas y varios después. Adelante, con prioridad, jazz, clásica, llanerita de luna roja y últimas curiosidades. Bien atràs en la memoria queda lo cantado. Un sólo estante para miradas, silencios y sonrisas. Este no tiene puertas. Puede estar debajo de la música o al lado de la chimenea; entre los jardines, bajo los àrboles o al lado de la cama. Las miradas, los silencios y las sonrisas no tienen un orden exacto. Uno puede hacer arrume con ellos. Total después de ser ubicados desaparecen afortunadamente. De lo contrario se repetirían .Tienen fecha de vencimiento inmediato. Las palabras sí son un problema: se quedan en los rincones sin querer caducar. Los estantes de palabras no son muy eficientes debido a la movilidad y la diferencia de tamaño, forma ,color e intención de las mismas. Entonces acomodarlas es todo reto. Hace poco compré un estante para palabras. Tiene un manual de instrucciones complicadísimo que aùn no he leìdo. Lo puse cerca de las urnas precolombinas, al lado de la foto de mi papà. He hecho mis mejores esfuerzos para guardar las palabras sin el manual y con mucho instinto. Lo que pasa es que mis palabras no se dejan guardar. Vuelan, se esconden entre los ladrillos, detrás de los cuadros. Entonces es necesario volver a pasar el trapo del polvo una y otra vez para que no se queden por ahí. Pero se quedan, con su propia estática. Dicen que venden unos atomizadores para diluirlas, pero no está muy comprobada su eficacia. Ellas mismas se encargan de crear resistencia y entonces surgen nuevas generaciones de palabras, mucho más fuertes, más complicadas. Por eso es aconsejable una vez a la semana, como mínimo, quemar ramas de pino y eucalipto. Mezclado todo produce un agradable ambiente de limpieza y olvido, absolutamente necesario en los ejercicios espirituales del tao. En este ritual es muy importante cerrar muy bien las ventanas pues si por algún grave descuido entran semillas de bromelias, las palabras, las miradas, las sonrisas y los recuerdos se funden y entonces el problema sería inmanejable. Pero bueno. Finalmente uno se acostumbra a todo. Tampoco es tan grave que las palabras me persigan fagocitándome hasta volverme suspiro.
De todas formas , en vista de tanto desorden , tendrè que leer el manual de instrucciones.
1 comentario:
No amiga, no leas el manual de instrucciones. No lo necesitas. Entre la vajilla, los discos, los libros, la escultura precolombina y, sobre todo, la foto de tu Papá solo pueden existir surcos de tu memoria. Por eso las palabras te persiguen, pero al mismo tiempo las renuevas.
Un abrazo emocionado, me encantó
Carlos Eduardo
Publicar un comentario