Se movió más y más hasta el extremo de mi cama y cayó. Luz de luna inestable e insegura que supo desvelarme. Paseó por mi cara, desordenó mis cobijas, me susurró tu nombre y luego cayó y se escondió, cobarde ella, debajo de mi cama. Yo quería una noche tranquila, sin luna ni estrellas, sin planetas, sin cometas y sin ti. Pero una cosa es lo que quiero y otra es lo que tu conveniente Zen dispone. Y cuando tu conveniente Zen dispone, tiemblan los dioses, todos ellos, desordenan las constelaciones, se desborda la cascada, se prende sola la chimenea, cantan de noche los pájaros y lo que es peor, la luna susurra tu nombre y se esconde bajo mi cama. Y no deja de brillar. Indiscreta. Inestable. Insegura.
Esta noche haré una trampa de lunas: en un plato de barro montañero pondré limón, cebolla en julianas, cilantro y ají; esperaré callada y paciente a la blanca inoportuna y cuando llegue y se marine, por una hora, la comeré poco a poco, hasta olvidar tu nombre. Y entonces dormiré tranquila. Sin luna. Sin estrellas. Sin cometas...
( no estoy segura si también sin ti)
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